El tráfico está regido por una normativa específica. Si bien, lo que esta recoge no es más que la manera de plasmar, de manera clara, concisa e imperativa, los principios que rigen la circulación. Estos son seis y los detallaremos a continuación.
Principios que rigen la circulación: responsabilidad
Pretende el correcto cumplimiento, por parte de los usuarios, de la normativa de circulación. Ello significa que tratarán de evitar ser un peligro o formar parte de un riesgo para que otro usuario vea comprometida su seguridad. Para ello, el comportamiento de cada cual debe adecuarse al momento en que se encuentra. Así mismo, será necesario que todos asumamos las consecuencias de nuestros actos.
Principios que rigen la circulación: confianza
O de expectativa adecuada. Consiste en que todo usuario pueda tener la expectación de que el resto harán un uso adecuado de la vía. El hecho de creer que esto no será así va a condicionar, negativamente, su actuación.
Principios que rigen la circulación: conducción defensiva
Al anterior se antepone este, que tiene relación con aquellos usuarios que, por sus características, no sea extraño que reaccionen de manera contraria a la normativa. Estos son los niños, las personas mayores, los discapacitados, etc.
Este es contrario, por tanto, al que comentábamos, pues nos dice que, en presencia de estos usuarios, debemos ponernos a la defensiva. Es decir, no podemos pretender que todos cumplirán con la norma.
Esto nos obliga a prever y evitar esos comportamientos; conducimos, así, de manera dirigida y defensiva.
Ello hace que el principio de confianza no se pueda aplicar cuando nos encontramos en dichas circunstancias especiales, que debemos saber reconocer.
Por otro lado, este se debe aplicar también cuando percibimos que otro usuario incumple la normativa. Sabemos que ello conlleva una situación de riesgo, motivo por el cual también debemos conducir de manera defensiva.
Principios que rigen la circulación: seguridad
Pide al conductor que ponga todo su esfuerzo por ofrecer lo mejor de sí mismo. Esto incluye el uso de sus completas facultades físicas y psíquicas, pudiendo ser dueño de sus actos en todo momento, siendo capaz de percibir de manera sagaz y, por supuesto, con capacidad para evitar que las situaciones de riesgo se transformen en accidentes.
De ello se deduce que, quien por los motivos que sean, no pueda circular tal y como describimos, evite hacerlo hasta que su estado mejore por completo y sus capacidades sean las adecuadas.
Principios que rigen la circulación: señalización
Con este se nos indica que, ante cualquier cambio que se produzca en la normal circulación, debemos señalizar. Esto es, realizar cualquier actuación que no sea circular por la derecha.
Hablamos de cambios de carril, incorporaciones y demás. Sin embargo, también se hace referencia a aquellos imprevistos como para en doble fila, un vehículo en el arcén, etc.
Además, es un principio que no sólo atañe a los conductores sino que administración y organismos privados también cumplen. Si una obra desvía el tráfico, si hay un riesgo de desprendimiento… Todo, absolutamente todo, debe quedar señalizado.
Principios que rigen la circulación: integridad personal
Este último nos dice que no tenemos la obligación de sacrificarnos para cumplir con la diligencia propia que se precisa en la circulación, ya sea como peatón, pasajero o como conductor.
A él tenderemos cuando se nos acuse de un incidente que hayamos provocado para evitar otro mayor. Esto es, por ejemplo, que para no atropellar a un peatón que se cae a la calzada, demos un frenazo brusco que haga que el vehículo siguiente nos golpeé por detrás.
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