En esta ocasión queremos comentar y, a la vez, crear un poco de conciencia sobre un evento que está ocurriendo con muchísima más frecuencia cada vez, el consumo de sedantes en la conducción.
El consumo de sedantes en nuestro país
En España se consumen muchísimos ansiolíticos y sedantes. No llegamos a las cifras de los países que cuya población más abusa de estos fármacos pero lo que sí es preocupante es el ritmo al que crece dicho consumo en nuestro país.
Desde 2010, dicho consumo, según indica la AEMPS, Agencia Española de los Medicamentos y Productos Sanitarios en uno de sus estudios, ya ha sobrepasado, y de sobra, la media europea respecto a estos dos tipos de fármaco en particular. Si tenemos en cuenta una década entera, el consumo se ha duplicado. ¿Quieres saber más? Estos medicamentos se consideran, hoy por hoy, la tercera droga en España, por detrás de, ojo, el alcohol y el tabaco, y por delante de todo lo que la población considera “droga”, como marihuana, cocaína o cualquier otro tipo de sustancia ilegal.
Con estos sencillos datos podemos comprender fácilmente cuál es el estado de salud del país y de su población quien, al parecer, sufre de manera evidente la crudeza de aspectos que, desde luego, condicionan su salud mental, como pueden ser el paro o la crisis financiera a un nivel más general.
Esto hace que se cree una sensación generalizada de no poder continuar, de vernos incapaces respecto al mundo, creándose con ello una necesidad -muchas veces, falsa- de consumo de fármacos como sedantes y ansiolíticos.
¿Por qué se consumen sedantes en la conducción?
Está claro que en un contexto como este, el consumo de sedantes en la conducción se ha vuelto una práctica común que nada tiene que ver con el hecho de ir al volante sino con nuestro día a día. Es prácticamente como decir que conducimos repletos de vitaminas o hidratos.
Por supuesto, sobra decir -pero lo diremos- que el hecho de que los conductores manejen bajo el efecto de estos fármacos supone un gran peligro debido a los efectos, tanto directos como secundarios, que estos tienen, y que no son pocos.
Ansiolíticos y fármacos, fármacos y ansiolíticos. Ambas sustancias van a influir sobre nuestro sistema nervioso central. Esto se traduce en un cambio en nuestra tensión, en una reducción más o menos significativa de nuestra concentración y en un aumento, por lo general, de la somnolencia. Todo ello, finalmente lleva a una reducción de reflejos que son los que, en la mayoría de ocasiones, causan los accidentes de tráfico.
Ni que decir tiene que si mezclamos estos medicamentos con alcohol, aunque sea una una medida mínima, los efectos se multiplican gravemente. De hecho, un impactante porcentaje de autopsias realizadas a víctimas mortales en colisiones nos descubren que ambos productos se encontraban en los organismos.
Por cierto, ya que está entrando la primavera no te pierdas nuestro anterior post sobre conducción y medicamentos.
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